
El jueves 8 llegó a la ciudad de Paraná (separada de la de Santa Fe por apenas 30 kilómetros y el río homónimo) una misión estadounidense como "observadores y asesores".¿De alguna comisión experta en catástrofes naturales?. No. ¿De alguna oficina estatal norteamericana de asuntos hidrológicos?. Tampoco. ¿De la Oficina Metereológica del gran país del Norte?. Menos.
Eran -según anticipó emocionado vía telefónica Eduardo Amadeo, embajador argentino ante EE.UU.- del Pentágono. Por favor, que alguien explique desde cuándo el Pentágono participa de "misiones humanitarias", asesora gobiernos ante cataclismos naturales, atacados de un sorpresivo hábito de fraterna solidaridad con los inundados. Que sepamos (que alguien demuestre lo contrario) al Pentágono sólo le incumben operaciones militares.Tímida y ambiguamente, este martes 13 se anunció el arribo de una "superbomba" extractora de agua enviada por dicho organismo,( en realidad la citada bomba para extraer agua fue de capacidad varias veces menor a las que ya están trabajando) pero lo cierto es que sigue despertando sospechas y desconfianzas entre los pobladores locales esa extraña presencia militar, más coherente con un grupo de observadores de los efectos colaterales no deseados -o sí- de su propia tecnología que con una cruzada humanitaria.Más aún, el miércoles 7 (24 horas antes del arribo de esa misión) el gobernador de la provincia de Santa Fe, Carlos Reutemann, brindó una conferencia de prensa acompañado de un representante del Banco Mundial quien, por supuesto, garantizó el inmediato otorgamiento de un préstamo a la provincia para subvenir a sus necesidades.
Con lo que pareciera se cierra un círculo: efectos devastadores en un país del Tercer Mundo de tecnología experimental del Primero, con la jugosa consecuencia de abrochar otro negocio que engrosará la monstruosa deuda pública de este país, pesada herencia que nuestros hijos deberán pagar, no ya con fondos inexistentes, sino con recursos naturales...
Alteraciones mentales
Si resulta escalofriante y casi de ciencia ficción imaginar que el Gobierno de OBAMA se prepara para dominar el clima a su antojo, más estremecedor es constatar un dato evidente: el efecto que una emisión de ondas de baja frecuencia tiene en el cerebro de todas las especies del planeta. Un documento de la Cruz Roja Internacional advierte de los efectos negativos de la energía radiada e indica las bandas de frecuencia que los produciría. Éstas se corresponden con las que puede transmitir el HAARP. (En Física se les denomina "Ondas transversal-magnéticas". Estas ondas Schumann vibran en la misma frecuencia que las ondas cerebrales de los seres humanos y de todos los mamíferos en general, a saber: en 7,8 rtz (ciclos por segundo)).
Casualmente EEUU afirma que uno de los usos del Programa es localizar yacimientos minerales bajo tierra y para eso la frecuencia necesaria es la misma que produce trastornos en la mente humana, que van desde la desorientación, al despertar de capacidades paranormales. Para hacernos una idea de la influencia de las ondas en la mente humana debemos remontarnos a los estudios que el profesor Schumann hizo en los años 50, que constataban que hay un efecto de resonancia entre la tierra, el aire y la ionosfera, cuyas ondas vibran en la misma frecuencia que las ondas cerebrales humanas y de todos los mamíferos. Estas llamadas Ondas Schumann son fundamentales para la vida y cuando faltan producen graves problemas de salud, como les sucedía a los astronautas antes de que instalaran generadores artificiales de estas ondas en las naves. Sin estas ondas se producen dolores de cabeza, migrañas, desvaríos, se desajustan los ritmos cardiacos... La alteración de las mismas producen efectos más graves.
En los animales uno de los efectos inmediatos sería que alteraría las rutas de migración de aves y peces, al influir sobre los campos de energía sobre los que se guían.
Está claro que el avance científico no garantiza, ni mucho menos, el progreso humano, hace falta algo más para que este tipo de programas no existan o que los conocimientos se usen para el bien común, y ese algo más está fuera de la ciencia. Está en la sociedad, en la política, en los principios éticos de la gente".
Si resulta escalofriante y casi de ciencia ficción imaginar que el Gobierno de OBAMA se prepara para dominar el clima a su antojo, más estremecedor es constatar un dato evidente: el efecto que una emisión de ondas de baja frecuencia tiene en el cerebro de todas las especies del planeta. Un documento de la Cruz Roja Internacional advierte de los efectos negativos de la energía radiada e indica las bandas de frecuencia que los produciría. Éstas se corresponden con las que puede transmitir el HAARP. (En Física se les denomina "Ondas transversal-magnéticas". Estas ondas Schumann vibran en la misma frecuencia que las ondas cerebrales de los seres humanos y de todos los mamíferos en general, a saber: en 7,8 rtz (ciclos por segundo)).
Casualmente EEUU afirma que uno de los usos del Programa es localizar yacimientos minerales bajo tierra y para eso la frecuencia necesaria es la misma que produce trastornos en la mente humana, que van desde la desorientación, al despertar de capacidades paranormales. Para hacernos una idea de la influencia de las ondas en la mente humana debemos remontarnos a los estudios que el profesor Schumann hizo en los años 50, que constataban que hay un efecto de resonancia entre la tierra, el aire y la ionosfera, cuyas ondas vibran en la misma frecuencia que las ondas cerebrales humanas y de todos los mamíferos. Estas llamadas Ondas Schumann son fundamentales para la vida y cuando faltan producen graves problemas de salud, como les sucedía a los astronautas antes de que instalaran generadores artificiales de estas ondas en las naves. Sin estas ondas se producen dolores de cabeza, migrañas, desvaríos, se desajustan los ritmos cardiacos... La alteración de las mismas producen efectos más graves.
En los animales uno de los efectos inmediatos sería que alteraría las rutas de migración de aves y peces, al influir sobre los campos de energía sobre los que se guían.
Está claro que el avance científico no garantiza, ni mucho menos, el progreso humano, hace falta algo más para que este tipo de programas no existan o que los conocimientos se usen para el bien común, y ese algo más está fuera de la ciencia. Está en la sociedad, en la política, en los principios éticos de la gente".
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